Hay una fotografía vieja colgada en la pared, protegida por un cristal y un marco de madera. El papel está desgastado y amarillento, y tiene los bordes roídos por el tiempo, pero los casi treinta niños que aparecen en ella no han perdido la sonrisa desde aquel día de 1955. Quizás porque las fotografías aún tienen el poder de congelar el tiempo o quizás porque durante aquellas clases eran felices por un rato y se olvidaban de la pobreza.

Son los niños de la escuela de Illana, alumnos del maestro Don Félix de Marcos. Pequeños, valientes, eternos. Con los calcetines hasta las rodillas y los zapatos viejos, chaquetillas con solapa, jerséis de cuello redondo y camisas de picos.

Seguramente ese día vestían sus mejores galas, porque por aquél entonces no había smartphones con cámara y las fotografías no eran algo a lo que estuviesen muy acostumbrados.

Félix de Marcos Alonso nació hace 86 años. Creció en el seno de una familia humilde junto a sus dos hermanos, en un modesto pueblo de Guadalajara: Illana.

Llegó al mundo pocos años antes de que estallase la Guerra Civil española y sus padres, con esfuerzo, consiguieron que estudiara.

El maestro asegura con nostalgia que “las guerras civiles son las peores, puesto que se trata de guerras entre hermanos. La mayoría de la gente que luchó en la guerra estaba en el bando que le había tocado.

Cuando las tropas de un ejército conquistaban una zona, un pueblo o una ciudad, las personas de aquel lugar tenían que luchar con ellos. Si tenías un hermano en otra ciudad probablemente estaría en otro bando, era tu enemigo”.

Ese enfrentamiento, que duró tres años, dejó a España destrozada y sumida en la miseria.

“Cuando yo era niño, recuerdo que la iglesia de Illana fue un almacén de verduras durante la guerra. Había tomates, acelgas, pepinos, etc., que mandaban a los frentes para que comieran los soldados”.

Don Félix estudió en Cuenca, allí había una escuela de magisterio, puesto que sólo tenían universidad las grandes ciudades. En Madrid estaba la Universidad Central, era allí donde se realizaba el examen de Estado conocido por aquel entonces como “la reválida”, con el que se podía ingresar en cualquier facultad.

El hambre fue la consecuencia más extendida de la guerra. Llegó hasta los pueblos, aunque se acentuó mucho más en las ciudades. “La gente no recibía sueldo más que un día o dos a la semana. Había cartillas de racionamiento: nadie podía comprar el pan que quisiera, concedían un máximo de 150 o 200 gramos al día. Había escasez de casi todo, de azúcar, de harina, etc. Aquellos que tenían cerdo o gallinas en casa y alguna tierra de la que pudiese coger trigo, o un huertecito en el que sembrar algo ya podían comer, pero había muchos otros que no tenían nada”.

Don Félix ha impartido clase desde 1952 hasta principios de los 90, cuando se jubiló para cuidar de su mujer, Dña Dolores Ruiz, también maestra en Illana, que había enfermado. A lo largo de esas cuatro décadas de enseñanza, el pueblo ha ido cambiando notablemente. Durante los años 50 era muy grande y estaba lleno de niños, contaba con unos 2700 habitantes.

La escuela de Illana era pública y dependía del Ministerio de Educación. Para llegar a dar clases en su pueblo, Don Félix tuvo que aprobar una oposición y solicitar después el municipio deseado en un concurso de traslados.

El primer pueblo en el que el maestro dio clases se llamaba Huertahernando, también de la provincia de Guadalajara. Por aquella época tenía unos 500 habitantes, aunque supone que ahora no superará los 50. Después estuvo en Driebes, y algún tiempo en Valdeconcha, hasta que logró instalarse en Illana, donde ha permanecido tantos años.

La profesión de maestro nunca ha estado bien pagada, Don Félix recuerda que su primer salario fue de 500 pts. Incluso hasta que el Conde de Romanones decretó que fuese el Estado quien pagase a los maestros a finales del siglo XIX, estos profesionales mal cobraban, ya que eran los ayuntamientos los encargados de pagarles, y nunca tenían dinero.

Don Félix cuenta que cuando llegó a Illana, allá por el año 53, los niños no vestían como ahora, algunos llevaban hasta boina y otros también albarcas. Tenía un promedio de 60 alumnos. Muchas veces demasiados para un solo profesor. Algunos días, lo de poner orden no era nada sencillo. ¡Su mujer llegó a tener 108 alumnos en un curso! Ella impartía clases a niños de entre cuatro y seis años. Muchas de aquellas niñas hoy, que ya han sido madres e incluso abuelas, se acuerdan de ella. Pero no todos los alumnos podían acudir diariamente a clase, puesto que su obligación primera era ayudar a sus familias en el campo. El maestro cuenta que los días de lluvia se llenaba la escuela de niños.

Don Félix y Doña Dolores se conocieron estudiando la oposición. El matrimonio recibió un diploma del Ayuntamiento y la Comunidad de Padres y Alumnos en agradecimiento por tantas décadas de enseñanza en el pueblo.

Aproximadamente en 1930 llegó el agua por tubería. Illana era muy diferente a como la conocemos ahora: las casitas pequeñas, las calles de tierra, y muchos animales en ellas. Gallinas, cerdos… Había también muchas moscas y muy poca higiene.

Las escuelas se construyeron en 1912, gracias a la subvención dada por el procurador a cortes Manuel Brocas. Antes de las escuelas, los niños daban clase en algunas casas del pueblo.

Para Don Félix, la cultura y la educación son valores fundamentales, pero por desgracia la incultura y la pobreza siempre han ido de la mano, es por ello que asegura: “si queremos salvar España, hay que tener más cultura”.

Para el maestro, el fracaso escolar actual se debe principalmente a dos factores: el primero y más importante lo poco que los gobiernos se preocupan por la educación, y el segundo es culpa de los padres, que por ignorancia o porque ellos mismos sufrieron la incultura en sus hogares, no conciencian a los niños de la importancia de la educación.

Para los españoles, la cultura no es un valor importante, lo que nos lleva a nuestra realidad: sin cultura y sin educación no prospera un país.

Y esta lacra la venimos arrastrando desde la época de los Reyes Católicos. Toledo era la capital de la cultura, en nuestro país vivían en armonía los cristianos, musulmanes y judíos hasta que fueron expulsados.

Los musulmanes eran grandes matemáticos y muy buenos en la ciencia, estaban muy avanzados en medicina y tenían muchos conocimientos sobre agricultura. Del mismo modo, los judíos han sido siempre muy buenos en economía.

Expulsar a ambas culturas de nuestro país supuso un paso hacia atrás en nuestra propia evolución, un paso hacia atrás del que a día de hoy aún no nos hemos recuperado.

Es tal la incultura que hay en España, que actualmente la profesión de maestro, que siempre ha sido muy admirada y respetada, se encuentra entre las menos valoradas. Olvidamos que sin maestros no hay nada, puesto que son la base de todas las profesiones.

Ya lo dijo el gran Federico García Lorca hace muchos años: “Si yo estuviera en la calle desfallecido, no pediría un pan; pediría medio pan y un libro”.

Don Félix asegura que “no se valora porque ya no se valora a nadie, ni siquiera los hijos respetan a los padres. La actualidad es una locura, no valoran el dinero ni el trabajo, muchos deben creer que llueve del cielo, pero no es así. Muchas personas en nuestro país han luchado y trabajado mucho para tener un plato de comida en la mesa”.

Sólo una pregunta más, Don Félix:

-¿Qué consejo le daría a los jóvenes de hoy en día?

– Cultura, cultura, cultura.